Haz la diferencia entre tu éxito y fracaso
El dominio propio va mucho más allá de controlar el enojo, de hecho empezamos a ponerlo en práctica desde que abrimos los ojos al despertar en las mañanas, cuando tenemos el control sobre nuestras ganas de quedarnos 5 minutos más en la cama o poner tres alarmas más, una cada 5 minutos. Por lo que esta cualidad de carácter puede hacer la diferencia entre nuestros éxitos y fracasos.
En otras palabras, el dominio propio es el que nos ayuda a controlar nuestros deseos y acciones usando la propia voluntad que Dios, puso en nosotros como su espíritu de poder, amor y dominio propio (2 Timoteo 1:7), así que no tienes que buscarlo fuera de ti, sino dentro.
Es importante mencionar que, nuestra falta de dominio propio no es responsabilidad de nuestros ancestros, que tuvieron problemas en el control de sus emociones, como tu abuelo era muy enojón y tu papá también, entonces quieres escudarte en que eso justifica que tú no tengas dominio sobre tu enojo, pero nada tiene que ver, ya que el mal genio no se hereda por las cadenas de ADN, sino que se aprende por imitación y se desaprende a través de ir renovando nuestros pensamientos (Romanos 12:2) cambiando nuestra actitud, voluntad y hábitos. En este sentido, utilizar nuestro libre albedrío es poner en práctica el dominio propio, es algo que nosotros mismos decidimos, porque finalmente los primeros beneficiados o afectados seremos nosotros. El dominio propio nos ayuda a manejar las frustraciones, a dejar lo que nos está intoxicando (comida, hábitos, relaciones) y a fortalecer lo que nos ayude a alcanzar nuestra mejor versión.
Piensa en esto… Cada una de las acciones de nuestro cuerpo surgen de un pensamiento, si quieres caminar, piensas en hacerlo en levantarte del sillón, para ir a algún lugar determinado. Este pensamiento se convierte en orden para todas las partes de tu cuerpo que están involucradas, para ponerte de pie y caminar. Recuerda que todo empieza de un pensamiento, si tú sigues caminando y llegas al borde de un acantilado, le das la orden a tu cuerpo de que se detenga porque sabes que si sigues caminando estarás en peligro, de la misma manera funciona cuando le ordenas a tu boca que no diga palabras que van a herir a los demás, cuando dices que no a una relación tóxica o cuando le dices que si a levantarte temprano. En fin, cada orden que le das a tu cerebro, a partir de un pensamiento, va repleta de dominio propio.
Quiero cerrar este blog pidiendo en oración que de sus gloriosos e inagotables recursos, Dios te fortalezca con poder en tu ser interior por medio de su espíritu. (Efesios 3:16)
Con cariño Cecy Reséndiz